17 jun 2010

EL DIABLO Y EL AMERICA

EL DIABLO Y EL AMERICA


De vez en cuando soplan sobre el América unos vientos que tienen cierto matiz religioso, cuya orientación es sustituir uno de los íconos del club más queridos por el pueblo y que reglamentariamente hace parte de la esencia misma de la institución. Se trata del “Diablo”, travieso diablillo que con su tridente, su balón y la lluvia de estrellas que casi lo cubren ha sido huésped por las camisetas heroicas por más de 80 años. Y lo digo con todo respeto por las creencias religiosas, sectarias, tribales de más que a mi juicio son casi todas iguales y parten de aspectos elementales de extraordinaria sencillez que repito, son muy parecidos en todas las religiones por que estas no son sino unas respuestas que ha buscado el hombre, de aspectos que no pueden explicar, como la vida, la muerte, los fenómenos cósmicos, etc. A mi juicio todas son más que una mera ficción. Pero no estamos aquí para disquisiciones de carácter filosófico religioso, si no para fijar una posición personal y hacer respetar en lo posible los estatutos mismos del club, que en su artículo 5 establece los colores oficiales del equipo y la simbología del mismo, la cual es en esencia la presencia del “Diablo”. Este, entre otras cosas, es una figura que no tiene connotación alguna de carácter religioso, tiende a desaparecer como ha desaparecido el limbo; prácticamente el diablo a quedado de figura carnavalesca. Hace pocos días el Manchester de Inglaterra se coronó de nuevo campeón nacional y el titular en la prensa fue “Ganó de nuevo el Diablo”. Son incontables los equipos de futbol que se llaman los Diablos Rojos, como el Independiente de Avellaneda y la selección de Bélgica, por ejemplo. No resisto trascribir una entrevista genial que le hizo el padre Frizco Gonzales al cura Guillard, sacerdote belga americano fanático vilmente asesinado en la ciudad de Cali por sus creencias políticas y su amor al pueblo, que es casi como decir su amor al pueblo americano. Apartes de la entrevista dicen: “El padre Daniel retoma el lápiz y escribe con fuerza en su lengua flamenca: Rode Devils [los diablos rojos]. Mi padre concluyó su análisis y sentenció Jong [que en mi idioma significa hijo, mijo], tú tienes que ser hincha de ese equipo que se llama como nosotros, tiene el mismo tesón y el mismo color y sus jugadores son luchadores empedernidos sin tener la técnica de los del equipo verde. El de rojo es un equipo del pueblo y como el pueblo; es un equipo que busca el resultado sin tener los elementos para ello. Tú tienes que ser siempre hincha de ese equipo”. Eso me dijo Fernando mi padre, mi querido viejo Ferroviario”.

-Pero ¿Cómo es posible – le pregunto al padre Daniel casi batiéndome en retirada- que siendo usted un sacerdote cristiano y católico defiende a un equipo cuyo símbolo es el Diablo, señor de los infiernos y rey del mal?.

-Por una razón de carácter teológico, histórico y cultural. Me explico: el Diablo que yo veo en el América no es el diablo que simboliza el mal. Para mí, es ese diablo que aparece hacia el siglo VII en el teatro medieval, que es un personaje que siempre perdía, a pesar de sus empeños, terminaba derrotado y humillado. Era el diablo que de tanto perder terminó volviéndose humano, terminó por representar simbólicamente la situación del pueblo, y adquirió así una filosofía vindicativa, pues bien sabemos que el pueblo casi siempre pierde, pero a veces también pega duro y gana. Ese es el espíritu del diablo malicioso y astuto, tal similitud entre la situación de ese diablo medieval que te menciono, con la expresión, que por mucho tiempo caracterizó al América: “Jugó como nunca y perdió como siempre”… ¿Verdad?.

-Entonces, el diablo del América no es como lo presenta Goethe, por ejemplo.

-No, de ninguna manera. El Diablo del poeta Alemán es un diablo calculador y frío. Mefistófeles es calculador y aparece con propósitos nítidos.

El diablo americano es un diablo humanizado; es ese diablo que todos llevamos dentro. Es un diablo que de tanto andar entre los humanos termina pareciéndose a ellos.

Sigamos entonces con el diablo que tanto nos ha acompañado, y recordemos que el diablo sabe más por viejo que por diablo.